domingo, 27 de junio de 2010

XLII


Entra en el ascensor y se pone la cazadora, tapando la camiseta de tirantes, y se quita los zapatos, para no hacer ruido arriba.

Tintintin.

Pelo despeinado, pijama bajo la enorme sudadera, ojos hinchados, lágrimas en las mejillas y cara de frustración. Un sollozo atravesado en la garganta.

- ¡Miriam! Miriam, tía, acógeme. Mis padres me han vuelto a echar.

-Claro, como quieras... A lo mejor acabamos las dos en la calle. Se suponía que volvía para cenar.

-Te estás despendolando, ¿eh?... En fin, en la calle, pero juntas.

-Siempre.

Y siguen subiendo, rezando a la suerte.

Tintintin.

-Qué bien, reunión de madrugada, todos juntitos... Qué suerte tenemos, Miriam.

-Eh... ¿Subís o bajáis?

-Voy en pijama, listo, ¿tú qué crees?

-Vale, perdón... Yo iba a sacar la basura, pero casi que me quedo a ver el desenlace.

- ¿Qué desenlace?

-Si tu padre os echa por volver a estas horas, Miriam... A mí me sobra una habitación.

-Vale, venga, guapo, hasta luego.

Le cierra la puerta en las narices.

Tintintin.

Saca las llaves frente a la puerta. Susurra una oración. Se muerde el labio. La mira con súplica en los ojos.

-Venga ya... No. No voy a dormir en su casa. No. No. No. Me niego. Inténtalo por lo menos, Miriam, tía, por favor...

Y lo intenta. Todo sea por una amiga. Pero la llave no entra.

-Han dejado puesta la llave. Hoy no entro en esta casa, y tú tampoco.

-Mierda.