domingo, 6 de junio de 2010

XXXVI


Sale de casa. Escaleras. Ascensor. Escaleras. Mira la hora. Si todo sigue igual que antes, él debería salir ahora... Ascensor.

Tintintin.

Séptimo piso.

Un vuelco en el estómago, una sacudida del corazón, que intenta saltarse el momento en el que empieza a doler demasiado.

Y sus ojos verdes, su pelo negro, su camiseta de los Ramones. Como si no hubiese pasado el tiempo. Y una sonrisa tímida, que se asusta de hacer daño y de ser herida.

-Has vuelto.

-Sí.

-¿Para quedarte?

-Eso espero.

Silencio. Demasiadas cosas sin decir, que hacen que la distancia parezca insuperable.

- ¿Bajas?

-En realidad subía. Al noveno. Pero ya no hace falta.

Hace amago de cerrar la puerta. Duda. Vuelve a abrirla. Ella contiene el aliento y espera.

- ¿Dónde ibas?

-Al instituto. A ver las notas.

- ¿Te importa si...?

Ella sólo sonríe, y él se monta en el ascensor. Uno, dos, tres pisos de silencio. Ella suspira, porque sabe que, donde no hay palabras, hay miedo. Y se lanza.

-Ponme al día de lo que me he perdido.