domingo, 4 de abril de 2010

XXX


Se sube en el ascensor tarareando. La primavera siempre le ha parecido tiempo de buenas noticias, de sol y flores. De atardeceres apoyada en el hombro de alguien. De empezar cosas.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se monta mirando al suelo. Tiene una maleta llena en la mano, una mochila al hombro y las llaves del coche en la mano.

-Un poco tarde para las vacaciones de Semana Santa, ¿no?

-No, no me voy de vacaciones.

Silencio. Desconcierto. ¿Qué está pasando?

- ¿Te mudas?

-Sí, bueno, no sé... Por un tiempo. Mi madre se ha caído, se ha roto la cadera, no sé... La han operado y hoy vuelve a casa, tengo que quedarme a cuidarla, ya sabes. Mi hermana bastante tiene con Sofía, así que... Bueno, tengo que ir, ¿sabes?

-Pero... ¿Cuánto tiempo vas a estar allí?

-No sé, lo que tarde ella en recuperarse. O... No sé, igual no se recupera y tengo que vender el piso. No sé.

Tintintin.

Él sale del ascensor. Ella se queda dentro, paralizada.

- ¿Sales?

-Eh... No, no, vuelvo a subir. Se me ha olvidado una cosa.

-Vale. Hasta luego.

-Sí, vale...

Se cierra la puerta y la primavera se le cae encima. No puede ser.

Nopuedesernopuedesernopuedesernopuedesernopuedesernopuedeser...

Tintintin.

Noveno piso.

No puede ser. Pero es.