miércoles, 24 de febrero de 2010

XXVI


Sale de casa, y lleva la sonrisa pintada en la cara. Ha quedado con Damián. Qué ganas tiene de verle antes de que empiecen los exámenes... Se monta en el ascensor, que hoy va demasiado lento. Aunque todo parece separarla mil kilómetros de su cita hoy.

Tintintin.

Séptimo piso. Ni siquiera eso puede variar hoy su alegría. Pero nadie entra en el ascensor, aunque hay luz en el descansillo. Curiosa, abre la puerta. Nadie. Extrañada, cierra y sigue bajando.

Tintintin.

Baja las escaleras hacia la calle casi dando saltos. No, saltos no. Casi volando. Y quién se lo hubiera dicho hace menos de dos semanas... Abre la puerta de la calle de un tirón y tropieza con una chica.

- ¡Uy! Perdona...

Ella se encoge de hombros, pero sigue sin volverse. La observa con más atención. Está mirando al frente con el ceño fruncido y los labios apretados. Una sola lágrima le cae por la mejilla.

- ¿Estás bien?

-Sí, sí... -al hablar, dos lágrimas más se precipitan de entre sus pestañas. Ella ríe, con un sollozo atravesado en la garganta- Bueno, no mucho...

- ¿Puedo ayudarte?

-No creo... ¿Puedes arreglarme con mi chico? -Miriam niega en silencio- Pues entonces no, no te lo tomes a mal... Bueno, ¿tienes un clinex?

-Claro -le tiende un pañuelo de papel y ella se seca las lágrimas con una sonrisa agradecida.

-Gracias...

-Miriam -completa ella.

-Gracias, Miriam. Yo soy Emma. Encantada -le tiende la mano.

Ella se la estrecha antes de darse cuenta. Entonces, retiene sus dedos largos y finos un momento más de lo debido, y la deja ir.

-Hasta la próxima, Emma.

Se aleja de su portal y la deja sola con sus lágrimas. Quisiera alegrarse de no ser la que llora esta vez, pero no puede. Aun así, sonríe.

viernes, 19 de febrero de 2010

XXV


Llegan a la vez a la puerta, pero él ya tiene las llaves en la mano. Abre y le cede el paso con gesto de la mano. Ella sostiene la puerta del ascensor y espera a que él compruebe el buzón. Al subir, él pulsa el nueve y ella el siete, en una danza silenciosa perfectamente coreografiada. Un, dos, tres pisos de amistoso silencio. De pronto, un zumbido rompe la calma.

- ¿Sí?... ¿Que se me oye cómo?... Ah, ya, es que estoy en el ascensor... Vale, te llamo cuando llegue arriba... Un beso... Yo también te quiero.

Tintintin.

Séptimo piso. Ella cuelga y se sonroja. Él la mira e, involuntariamente, levanta una ceja irónica. Aun así, se ríe suavemente y pregunta:

-Entonces llamó, ¿no?

Ella niega con la cabeza.

-Le llamé yo.

-Hiciste bien.

Sale, se cierra la puerta, el ascensor se pone en marcha. Tarde ya para reaccionar, ella suspira y se pregunta:

- ¿Tú crees?

sábado, 13 de febrero de 2010

XXIV


-Mañana es San Valentín... ¿No le vas a llamar?

-Siempre ha llamado él, Ana, déjame en paz... Ya llamará.

-Sí, claro, y a ti te da igual, ¿no? No me vaciles. ¿Cuántas veces habéis quedado desde tu cumpleaños?

-No sé... -ante la mirada de su amiga, contesta- Bueno, cuatro. O cinco.

-Le gustas, tía. Le gustas. Te va a llamar mañana, y te besa. ¡Blanco y en botella, blanco y en botella!

-Cállate, que das mala suerte... Además, es super mayor. No le voy a gustar yo, que acabo de cumplir diecisiete...

Mientras esperan el ascensor, la puerta se abre y alguien entra en el portal. Ella se sonroja, él sonríe suavemente. La tercera observa sus reacciones, intrigada, como si se tratase de un partido de ping-pong.

-Hombre, Miriam... No te veía desde el viernes.

-Ah, ya... Es que no he parado mucho por casa -sonríe ella. Ahora se siente rara con él.

Tintintin.

Un piso, dos pisos, tres pisos, cuatro pisos de silencio... Ana se cruza de brazos y la mira.

- ¿Pero vas a llamarle o no?

Él sonríe, pero no dice nada. Ella se sonroja aun más. Inoportuna Ana...

-Que me dejes. Que hace una semana que le conozco, que no le voy a acosar, que sería raro.

- ¿Raro? Habéis quedado cinco veces en una semana y no os habéis enrollado... ¡Eso! es raro.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se baja, se da la vuelta, titubea. Ana, ignorándole, continúa:

- ¿Cómo se llamaba, por cierto?

-Damián.

-Yo le llamaría -dice Dani. Y, sin más, cierra la puerta.

Un piso, dos pisos más de silencio.

- ¿Pero ese quién era?

viernes, 5 de febrero de 2010

XXIII

DingDong.

Se asoma a la mirilla y contiene una exclamación. ¿Pero qué...? Abre rápidamente.

- ¿Ganas tú o gano yo?

Silencio un segundo. ¿De qué habla?

- ¿Hay guitarra?

- ¡Ah!.. Eh... No -sonríe, incómoda, y se rasca la nuca. Qué fallo, tendría que haber conseguido esa maldita guitarra.

-Te lo dije -sonríe él.

-Vale, vale, lo admito... Pero es un poco tarde para el Burger, ¿no?

- ¿Quién ha hablado de Burger? Creo que podemos pasar directamente a la parte de los mayores. Vístete, venga. Invito yo.

Se fija en su ropa. Vaqueros oscuros, zapatos, camisa negra y una cazadora de cuero en la mano. Se queda paralizada por un momento. Después, sin una palabra, cierra la puerta y corre a su habitación. En menos de cinco minutos, se ha enfundado en una falda y unos tacones, se ha pintado la raya a toda prisa y se ha arreglado el flequillo, y vuelve a abrir.

- ¿Lista?

-Lista. Pero debería invitar yo, que al fin y al cabo he perdido la apuesta...

-Un día es un día, mujer. Es tu cumpleaños.

Le ofrece el brazo y, como un caballero, la escolta hasta el ascensor.

-Menos mal que estabas... Creí que te habrías ido con tus amigos.

Ella se encoge de hombros. ¿Cómo decirle que le ha estado esperando?

-Has tenido suerte.