sábado, 2 de octubre de 2010

Et c'est fini...

AVISO: Dado que este blog contiene una novela terminada, la primera entrada que veréis será el último capítulo. Así pues, si llegas nuevo y no te quieres comer ningún spoiler, no te recomiendo ni que leas esta entrada, ya que son comentarios para los que ya han leído Conversaciones de ascensor entero. El principio de la novela está aquí.

Muchas gracias por leerme.






Hace un año y poco menos de un mes que empecé esta historia. Cuando me decidí a empezarla, ya había escrito casi el final. Si alguno llegó aquí desde Palabras de Soledad, o desde El Hilo Azul, ya le sonaría la entrada XLVI, verdad? ;)

Sabía desde el principio que Miriam no llegaría nunca a besar a Dani. Porque, aunque esto parecía una historia de amor, en realidad era una historia de crecer. De enamorarse,sí, pero también de perder la identidad y el norte, de conocer personas extraordinarias, como Ana, historias extraordinarias, como la de Sofía, y de entregarlo todo en una amistad. Y al final, yo no pretendía que Miriam fuese feliz. Pretendía que fuese persona.


Pero, en el principio de los tiempos, este ascensor nació porque Dani, mi Dani, necesitaba una historia. Dani, que alguna lo sabe por ahí, es mi personaje fetiche. Y salga donde salga, con el nombre o la edad que le ponga, no importa si es músico, escritor, pintor o yonki, siempre es mi personaje favorito. Mi Dani. Y ahora estoy contentísima, porque por fin le he dado un papel protagonista y he hecho honor a su nombre ^^

En fin, que... Esto se ha acabado. Y todavía estoy procesando que he escrito la última palabra, que ya nunca volveré a usar a Miriam, Ro, Ana... O incluso a Dani. En Mallorca también hay ascensores, está claro, así que a lo mejor escribo una segunda parte. En algún momento, si tengo algo más que contar. Pero de momento, esto ha sido todo.


Gracias a todos por haber aguantado hasta aquí, que sé que ha sido largo y que habréis tenido ganas de matarme cuando les hacía alguna faena, o esos meses que no tenía ni fuerzas para actualizar... Gracias a todos los que alguna vez me han dicho "Sigue, sigue!!!", a los que han dejado comentarios, a los 32 seguidores oficiales, a los que no se han unido pero leen igual... Y no voy a nombrar a nadie más, que se de por aludido quien quiera =)

Se me dan fatal las despedidas, se nota, no? xD

En fin... que si alguno quiere, estad atentos a Palabras de Soledad, porque aunque esta historia termine, yo no voy a dejar de escribir y ahora toca poner mono al ascensor para presentarlo a concursos y editoriales, pero sacaré más historias. Lo prometo ^^

Besos de hielo!

jueves, 30 de septiembre de 2010

L


29.09.2010

Trrrrrrrr.

-Ro, ¿bajas ya?

-Sí, sí, ya voy... Estoy intentando cerrar la maleta, tardo cinco minutos. Creo...

Suspira y se aleja del telefonillo. Enfrente del portal, su padre resopla, intentando encajar los bultos en el maletero del C5.

De pronto, se abre bruscamente la puerta del portal.

- ¡Miriam! Menos mal que te pillo. He subido a tu casa y no estabas, creí... creí que ya te habías ido.

-Pues... no, aquí sigo. Pero ya me estaba yendo -señala a su padre.

Se miran. Silencio. Él respira hondo.

-No me odies por esto, ¿vale?

-No podría -le sonríe suavemente.

-No te vayas.

- ¿Qué?

La coge por los hombros y ella nota el temblor de sus manos.

-No te vayas -repite, intentando que su cuerpo hable por él.

- ¿Por qué no? -se enfada ella. ¿Ahora? ¿Precisamente ahora le tiene que decir esto?- ¿Qué hay aquí que sea mejor que Mallorca?

-Yo.

- ¡¿Qué?!

-Quédate, Miriam, por favor.

- ¿Estás loco?

-Sí. Pero eso ya lo sabías.

-Tengo que coger un avión en tres horas. Y ya tengo un piso alquilado allí. Y la universidad. No... No puedo. No puedo.

-Por favor...

Mirándole, con sus ojos verdes fijos en ella, suplicando, Miriam descubre que le da igual. Que puede perder el avión, el piso, la matrícula, incluso a Rocío. Que nada de eso significa tanto como él.

Pero que él no significa tanto como ella misma. Que si no tiene miedo a volar es porque ya no le necesita y que, si no se marcha, se perderá otra vez. Y no puede hacerse eso.

Niega con la cabeza, deseando poder llorar, o hablar, o hacerle comprender. Y cuando él se inclina, sabe que va a besarla, y todo su cuerpo grita, deseándolo. Pero da un paso atrás.

-No me hagas esto, Dani. Ahora no.

- ¡Miriam! -la llama su padre desde el asiento del conductor- ¡Por aquí ya estamos!

Le mira una última vez. Él hace amago de decir algo y ella se da la vuelta. Incapaz de resistir nada más, corre hacia el coche y salta dentro.

-Papá, ¿los padres de Rocío pueden llevarla?

-Sí, claro.

-Pues vámonos ya.

Y con un rugido, el coche arranca, dejando un mundo de posibilidades plantado delante del portal.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

XLIX


26.09.2010

Tintintin.

Séptimo piso. Tan temido, tan esperado. Respira hondo. Venga. Puede hacerlo.

-Hola... ¿Qué tal?

-Aquí...

¿Aquí? ¡¿Aquí?! ¿Qué clase de respuesta es esa? Reprime las ganas de darse una colleja a sí misma.

- ¿Ya has empezado la universidad, no? ¿Dónde ibas, al final?

-Eh... No, no he empezado. Me voy a enganchar un poquillo tarde, al parecer... Como no va a ser difícil ni nada...

-Mujer, no es para tanto. Al principio te sientes una enana y no conoces a nadie, pero como vais todos igual, acabas por hacerte amigo de cualquiera.

-Ya... Sí, eso espero.

Tintintin.

Él abre la puerta y la sujeta, esperando a que pase. Pero ella se enfrenta a los nervios que atenazan su garganta, y le mira a los ojos.

- ¿Sabes por qué nunca he viajado muy lejos?

-No... ¿Por qué? -se extraña él del giro de la conversación.

-Porque me dan miedo los aviones. Me da miedo despegar, que mis pies no toquen el suelo. Perder el control. Ir tan rápido. Pero, ¿sabes? He perdido el miedo a volar.

-Ah, pues me alegro... ¿Y eso por qué?

-Porque no tengo nada que perder.

-No creo que sea cierto.

-Pues yo creo que es mejor. Cuando sólo puedes ganar, te da igual el riesgo que tenga.

Se miran a los ojos. Ella tiembla, él no sabe por dónde va.

-Me voy el 29 a Mallorca, con Rocío. En avión, claro.

-Creía que... La madre de Rocío me dijo que se iba a vivir fuera... ¿Qué...? ¿Ya no se va? ¿O se va después?

Ella sólo inclina la cabeza y sonríe de medio lado, esperando que él comprenda.

-Oh.

-Sí. Voy... Voy a una fiesta sorpresa que me han hecho para despedirme. No se les dan bien los secretos.

Él asiente, sin decir nada. Ella se encoge de hombros y se aleja, caminando deprisa, esperando escuchar unos pasos, sentir una mano en el hombro, una voz diciendo su nombre, un huracán en la boca.

Pero sólo se escucha una sirena a lo lejos, y cuando dobla la esquina sabe que nadie va a seguirla.

domingo, 26 de septiembre de 2010

XLVIII


20.09.2010

Tintintin.

Cuarto piso.

Ana entra mirando a su espalda, inquieta.

- ¿Pasa algo, Ana?

-Tenía que salir... El sol se va a marchar, ¿sabes? Se acerca el otoño y ya quiere descansar... Pero tenía que decirle adiós antes de que se vaya, porque no volverá hasta la primavera, y sólo quedará su reflejo... Y mamá no quiere, pero tenía que salir.

-Ya veo... Dile adiós de mi parte, ¿vale?

-Deberías decírselo tú.

-Creo que a mí el sol no me escucharía...

-Yo no hablaba del sol.

Parpadea, confusa. ¿Cómo demonios lo ha sabido?

Tintintin.

Antes de poder preguntárselo, sale escopetada hacia la puerta pero, antes de salir, se vuelve y le sonríe.

-Oye, Miriam... Llámame, te quiero escuchar.

- ¿Quién te lo ha dicho?

Se encoge de hombros y ladea la cabeza.

-El sol.

-No me mientas.

-Sabes bien cómo soy, que no suelo mentir... Siempre que lo hice fue por verte sonreir.

Y ella sonríe.

-Gracias, Ana.

Ella asiente y, sin más, echa a correr por la acera. A despedir al sol.

martes, 21 de septiembre de 2010

XLVII


12.09.2010

Ding Dong...

- ¡¿Dónde cojones estabas?!

-Ay, Ro, hola, qué tal, cómo ha ido el Camino -sonríe, irónica-... ¿ha sido duro, tienes agujetas? ¿Es tan mágico como dicen? Cuánto me alegro de verte...

-Vete a la mierda -espeta Miriam. No tiene ganas de recibirla, tiene ganas de matarla-. Has estado fuera más de un mes. ¿Qué pasa contigo, que no sabes llamar? ¿Una postal? ¿Señales de humo?

-No te enfades.

-Vete a la mierda.

-No es que no quisiese recordarte que estoy viva... Pensé en ti todos los días. Me levantaba y decía, "¿Se acordará de la loca de los discos?"... Pero no podía llamar, ni comunicarme con nadie de aquí.

-¿Y por qué, si se puede saber?

-Porque quería aprovechar el Camino para descubrir quién soy. Para saber qué soy sin amigos, sin padres, sin esta ciudad...

- ¿Y bien? ¿Lo has conseguido?

-Sí.

Silencio. Miradas. Ojos empañados y una sonrisa tímida. Se lanza a sus brazos, aprieta con fuerza y no importa nada más.

Pero cuando la mira a los ojos, ve algo más detrás. Algo que antes no estaba.

- ¿Qué te pasa?

-No he venido a quedarme. Me voy en unos días a Mallorca. He venido a recoger mis cosas y a arreglar papeles en la universidad y eso... Y me voy.

- ¿Cómo que te vas?

-Pues que me voy. Que yo aquí no soy yo, y no voy a llegar a ser nada si no me piro. Tengo que cambiar de aires.

Miriam parpadea, confusa. ¿Qué ha vivido Rocío en el Camino que tanto la ha cambiado?

-Y deberías venirte conmigo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

XLVI

N.A: Llevo unos diez días de desfase con el Ascensor, lo siento muchísimo!! Por eso, fiaros de la fecha que pone al principio, y no del día en el que ha sido publicado ^^



09.09.2010

–Hola.

–Hola.

Silencio.

– ¿Qué calor, eh?

–Ya ves…

Un mes. Treinta días. Setecientas veinte horas. Cuarenta y tres mil doscientos minutos. Una eternidad. Nunca se le habían hecho tan largas las vacaciones.

Ahora ha vuelto. Y sigue tan callado… Aunque quién es ella para hablar de silencio, piensa.
Cinco, seis, siete pisos… El suyo. Él sonríe y recoge la pequeña maleta del suelo del ascensor.

–Te he echado de menos…

Sale sin despedirse. Pumpum. Pumpum. Su corazón ha enloquecido.

Le echaría la culpa al calor, pero demasiado bien sabe que los treinta y cuatro grados de fuera no tienen la culpa de que haya contado incluso los minutos que ha tardado volver. Que el sol abrasador no es el causante de esa maldita añoranza que la ha corroído cada noche de este verano interminable.

Mientras las puertas del ascensor se abren en su piso, piensa que algún día debería darse una vuelta por el séptimo. “Yo también te he echado de menos”, para empezar. Una sonrisa, y a lo mejor esas dos palabras que se muere por decirle. No necesitaría más.

Pero no va a hacerlo. Se conoce.

Suspira. Fin del verano. Volver a empezar... Otra vez.

lunes, 9 de agosto de 2010

XLV



Se monta en el ascensor sin esperanza de verle. Hace días que los viajes arriba y abajo del edificio resultan muy aburridos. Debe estar todo el mundo de vacaciones.

Tintintin.

Quinto piso.

A lo mejor no todo el mundo está fuera...

-Ana, tranquilízate, hija, por favor.

-Déjame, mamá.

-Ay... Hola, nena -sonríe a Miriam, viéndola por primera vez - ¿Qué tal?

-Bien, aquí... ¿Bajáis?

-Sí.

-No. Baja tú, nena, nosotras vamos a quedarnos en casa.

- ¡No me quedo! ¡No me da la gana! He sido un perro viejo, peregrina, amada, amante, un ángel, un demonio... Lo he sido todo, mamá. He muerto cada día de mi vida, y he resucitado. ¿Cuánto más necesito para ser Dios? ¿Cuánto más necesito convencer?

-Ana, por favor... -el cansancio se le escapa en una lágrima ante el ataque de su hija- ¿De qué canción has sacado eso?

- ¡De ninguna! Yo soy música. No necesito sacarlo de ninguna parte.

-Ana. Se acabó.

La coge del brazo, con fuerza, aunque sin brusquedad, y la arranca de la puerta del ascensor.

Y Miriam baja sola a la calle, vacía de acordes y llena de preguntas.

sábado, 31 de julio de 2010

XLIV: Resumen del mes

01/07/2010
DingDong.
[...]
-Tía, que me voy.
- ¿A dónde?
-De campamento. Quince días, en Valencia.
-Pásatelo muy bien. Te voy a echar de menos.
Se abrazan con fuerza, y ella cierra los ojos para no ver su ausencia.

04/07/2010
Tintintin.
Séptimo piso.
-Hace mucho que no veo a tu amiga la simpática... ¿Dónde se ha metido?
-Está en Valencia. Y es muy simpática. Lo que pasa es que no le caes bien.
- ¿Por qué? ¿Qué le he hecho?
-Todo lo que me has hecho a mí.

08/07/2010
-Hola, Ana. ¿Qué tal?
-Bueno...Puede que me deje llevar, puede que levante la voz y puede que me arranque sin más.
-A ver qué te dice después.
[...]
-Me gustó tu amiga, la del cuarto. Es... Es como yo. Es música, también.

09/07/2010
-Hija, ¿hoy no sales?
-No, papá, ya te he dicho que están todas mis amigas fuera.
-Y este vecino... Sí, mujer, este que te cae tan bien...
-Dani.
-Ése. ¿No sales con ése?
-No. Ni salgo, ni voy a salir, ¿vale? Pues eso.

13/07/2010
Tintintin.
Séptimo piso.
-Cómo no... Si es martes 13, debería haberlo pensado y haber bajado por las escaleras.
- ¿Qué pasa, que doy mala suerte? ¿Soy un gato negro?
-Eres mi mala suerte. Personal e intransferible.

15/07/2010
DingDong.
Abre la puerta y se encuentra a una indígena. Más morena que nunca, con más roña que en su vida, una mochila más grande que ella a la espalda y una sonrisa iluminando su cara.
Y, sin decir nada, la abraza. Mochila incluida.
[...]
-Pasa. Te tengo que contar.

17/07/2010
-Cariño... Me ha contado tu padre lo que pasó el otro día.
- ¿Qué pasó el otro día?
- ¿Te pasa algo con Daniel?
- ¡¿Qué?! Mamá, ¿a qué te refieres? Es un vecino. Ya está.
-O sea que... No estás enamorada de él.
-No.

19/07/2010
Tintintin.
Séptimo piso.
[...]
-Mi madre me ha preguntado si estoy enamorada de ti.
- ¿Y qué le has dicho?
Silencio.
-Que no.
Silencio.
-Claro.

23/07/2010
-Me voy a ir.
- ¿Otra vez? ¿Adónde?
-No sé. Donde sea. En casa es todo una mierda, y no me puedo seguir refugiando en tu casa.
-Claro que puedes.
-No, no es porque tú no me dejes, que en algún momento te hartarás, por otra parte... Pero tengo que empezar a vivir mi vida.

25/07/2010
DingDong.
-¿Dónde vas con esas pintas? ¿De campamento, otra vez?
-Al Camino de Santiago. Hoy es Santiago, la mayoría de peregrinos quieren llegar hoy a Compostela. Ya sabes que yo voy a contracorriente. Ellos llegan, yo salgo.
-Pero... ¿Por qué ahora, de repente?
-No pienso pasar más de una semana en casa este verano. Así se acostumbrarán, para cuando me marche en septiembre.
-Me estabas preparando. Hace dos días, me estabas preparando. Capulla.

28/07/2010
Tintintin.
Séptimo piso.
[...]
- ¿Alguna vez has mentido a tu madre?
-Sólo una.
- ¿Por qué?
-Para mentirme a mí misma también. Para decir la mentira en voz alta y que se hiciese realidad.








(N.A: Os dije que iba a ser un mes movidito :P)

jueves, 1 de julio de 2010

Cerrado por vacaciones

Bien, señores, me secuestran veinticinco días sin Internet. Los aprovecharé para escribir, pensar en el ascensor y echaros de menos. No penséis que la trama no avanzará porque yo no escriba, eh? Este mes el ascensor estará movidito, aunque vosotros no lo veáis.

Os recomiendo que en unos días busquéis el vídeo sobre cómo acabar de una vez por todas con las conversaciones vacías sobre el tiempo, de Berto Romero (BFN). Os reiréis un rato. Y seguro que descubrís formas mejores de combatir esas conversaciones, verdad? ;)

Muchos besos, ascensoristas. Y gracias por estar ahí ^^

¡Volveré pronto! Mwajajajaja!

martes, 29 de junio de 2010

XLIII

Entra en el ascensor, y lamenta no saber rezar. Va a necesitar más dioses a su favor si quiere entrar en casa hoy.

-Suerte, chicas.

-Yo ya tengo, gracias.

-No seas borde, Ro. Gracias, Dani, yo la voy a necesitar...

Suben. Se miran. Qué cagada.

-Oye... Yo no estuve despierta toda la noche... Y cuando me desperté estabas ahí, en el sofá, pero...

- ¿Eres tonta?

-No. Tengo que preguntar.

Tintintin.

Salen del ascensor. La mira de reojo.

-Pues no, no pasó nada. ¿Qué pretendías, que me metiese en su cama desnuda?

- ¿¡Miriam!?

- ¡Papá!

- ¿Dónde dormiste anoche? ¿Por qué subes a estas horas?

-No es lo que parece, papá.

-Venga, guapa, americanadas luego. ¿Dónde has dormido?

-En casa de Ro.

- ¿Y por qué viene ahora contigo? ¿Dónde habéis dormido, Miriam?

Se miran. ¿Cómo salvan esto?

-Vengo a hacer de testigo, Tomás. Que sabía que no la ibas a creer si llegaba sola de empalmada.

-Ya... Entra en casa, jovencita. Tenemos que hablar.

- ¿Puede venir Rocío?

-No.

-Vale, da igual, me bajo a casa, luego hablamos.

La mira, desconcertada. ¿A qué casa va a bajar? ¿Dará su brazo a torcer por una vez en la vida y pedirá perdón a sus padres? Ella le guiña un ojo y levanta siete dedos. Claro. Qué morro tiene cuando quiere. Le da la espalda y, con un suspiro, se dirige al matadero.

Debería aprender a rezar.

domingo, 27 de junio de 2010

XLII


Entra en el ascensor y se pone la cazadora, tapando la camiseta de tirantes, y se quita los zapatos, para no hacer ruido arriba.

Tintintin.

Pelo despeinado, pijama bajo la enorme sudadera, ojos hinchados, lágrimas en las mejillas y cara de frustración. Un sollozo atravesado en la garganta.

- ¡Miriam! Miriam, tía, acógeme. Mis padres me han vuelto a echar.

-Claro, como quieras... A lo mejor acabamos las dos en la calle. Se suponía que volvía para cenar.

-Te estás despendolando, ¿eh?... En fin, en la calle, pero juntas.

-Siempre.

Y siguen subiendo, rezando a la suerte.

Tintintin.

-Qué bien, reunión de madrugada, todos juntitos... Qué suerte tenemos, Miriam.

-Eh... ¿Subís o bajáis?

-Voy en pijama, listo, ¿tú qué crees?

-Vale, perdón... Yo iba a sacar la basura, pero casi que me quedo a ver el desenlace.

- ¿Qué desenlace?

-Si tu padre os echa por volver a estas horas, Miriam... A mí me sobra una habitación.

-Vale, venga, guapo, hasta luego.

Le cierra la puerta en las narices.

Tintintin.

Saca las llaves frente a la puerta. Susurra una oración. Se muerde el labio. La mira con súplica en los ojos.

-Venga ya... No. No voy a dormir en su casa. No. No. No. Me niego. Inténtalo por lo menos, Miriam, tía, por favor...

Y lo intenta. Todo sea por una amiga. Pero la llave no entra.

-Han dejado puesta la llave. Hoy no entro en esta casa, y tú tampoco.

-Mierda.

lunes, 21 de junio de 2010

XLI


Entra en el portal todavía mirando el mensaje, como si no se lo creyese. Como si, por apartar un segundo la vista de la pantalla, pudiese desvanecerse. Pero deja de mirar al oír una voz.

- ¡Eh! ¡Despierta! -ríe, y la invita a entrar en el ascensor con un gesto- ¿Subes?

Asiente, y mientras entra en el ascensor se ilumina con una sonrisa espontánea, que salta desnuda a su rostro y juega con sus labios. Y él lo nota, y no puede hacer menos que preguntar.

- ¿Qué tienes ahí?

Le mira a los ojos, incapaz de hablar. Pero habla.

-Las notas de Selectividad, me las acaba de mandar una amiga...

Silencio.

-Bueno, ¿y? ¿Qué tal?

Silencio.

- ¡¡HE APROBADO!! ¡He aprobado, he aprobado, he aprobado! ¡Me da la nota, he aprobado, Dios mío!

Y salta, aunque sabe que se descolgará el ascensor. Y no puede evitar echarle los brazos al cuello y apretar, y pegar sus cuerpos. Aunque sabe que dolerá después, ahora no importa. Porque tiene el futuro abierto delante de sus ojos. En la pequeña pantalla de su móvil.

Tintintin.

Él, riendo, la coge de la cintura, abre la puerta y sale dándole una vuelta en el aire, que ella no espera pero agradece. Las carcajadas de ambos rompen el silencio del descansillo, y el resonar les baja a la tierra.

-Esto... Bueno, pues felicidades, pre-universitaria.

Le da los dos besos de rigor y ella, ruborizada, se recoge el pelo detrás de las orejas.

-Sí, eh... Gracias. Je. Eh... Bueno, me subo y tal...

Y se sube en el ascensor, y grita una vez más, pero esta vez en silencio. Comienza el verano.

jueves, 17 de junio de 2010

XL


Entra en el portal con la última clase de inglés todavía fresca en los oídos. Es oficialmente libre de todas las obligaciones, grandes y pequeñas, del curso. Y ante ella se extienden dos meses de libertad. Para pasearse la ciudad. Para ahogarse de calor, o de lluvia. Para aprender a tocar la guitarra de Ro. O mejor la flauta...

Pero se le cae el mundo encima cuando ve quién sujeta la puerta del ascensor.

Y los siete pisos pesan como losas que caen, en silencio, sobre ambos.

Tintintin.

Él sale. Ella se pregunta si no piensa despedirse. Él suspira y, de espaldas, susurra:

-Vosotras, las familiares,
inevitables golosas;
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas....

Ella parpadea, confusa. Él baja la cabeza y, aunque no la ve, ella intuye la sombra de una sonrisa:

-A ti te gusta Machado, ¿verdad?

-Sí. ¿Por qué?

- ¿Sabes...? ¿Sabes cuando algo es fundamental en tu vida, pero no lo sabes? ¿Cuando estás tan acostumbrado a que esté ahí, que ni siquiera piensas que pueda no estar? -asiente- ¿Eso de no saber lo que tienes hasta que lo pierdes?... Machado lo sabía. Le dedicó una poesía a las moscas. Que no son nada para tanta gente, que son pequeñitas y no saben que están por todas partes. Que son importantes siempre, porque siempre están ahí, aunque los humanos, tan soberbios, no las vean.

-No sé qué quieres decir...

Sí lo sabe. Pero quiere que lo diga, y se deje de poesía.

-Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada...
Las cosas pequeñas que no saben que son importantes son las que más me gustan, ¿sabes?

Y cierra la puerta tras de sí, dejando que las palabras le corten la respiración y la llenen de dudas. Grandes y pequeñas. Pero todas importantes.

domingo, 13 de junio de 2010

XXXIX


Por fin, tras días de lluvias, ha salido el sol. Y tiene que salir a saludar al buen tiempo, aunque sea tímido y parezca un nuevo comienzo del verano. Porque cree firmemente en recuperar el tiempo perdido.

Tintintin.

Quinto piso. Hacía mucho que no paraba en el quinto.

Cuando ella monta y saluda con su voz suave, no puede evitar fijarse en lo que lleva en las manos. Un ramo de margaritas amarillas y una botella de cerveza sin abrir. La intuición comienza a zumbar en su nuca. ¿De qué le suena...?

Tintintin.

Cuarto piso.

Nada más entrar, Ro mira a Ana y abre mucho los ojos. Se miran. Ya lo han identificado.

-Calla. No digas nada.

Y ella se encoje de hombros y no habla. Miriam sonríe y le pregunta:

- ¿Vas a saludar al sol, Ana? Hace mucho que no salía...

-No, qué va. Aunque no venga, hablamos todos los días.

-Entonces, ¿dónde...?

Tintintin.

Ana sale. Miriam y Ro se quedan dentro del ascensor, sorprendidas. Alcanzan a escucharla mientras canta, camino a la calle.

-Sueña con su melena y viene el viento y se la lleva, y desde entonces su cabeza sólo quiere alzar el vuelo, y bebe rubia la cerveza pa' acordarse de su pelo...

-Qué fuerte -susurra Ro-. Es una canción andante.

Y en sus ojos se lee envidia por la locura. Porque la música que corre por las venas de ambas sí que se ve en la piel de Ana.

jueves, 10 de junio de 2010

XXXVIII


Ding Dong.

Abre la puerta, y el descansillo apesta a culpabilidad.

- ¿Qué has hecho?

- ¡Lo siento!

-Joder, Ro... ¿Qué has hecho ahora?

-Es que te he estado viendo todo este tiempo... Y le vi... Y, no sé, no debería haberle dicho nada, ¿vale? Ya lo sé. Pero...

-No me lo puedo creer. Te superas a ti misma.

- ¿Te has enfadado mucho?

Silencio. ¿Verdad o mentira? ¿Lo que se merece, o lo que siente?

Y como siempre, gana la sinceridad.

-No. Da igual. Mejor que lo sepa, ya que le he perdonado...

-Como una imbécil -completa ella. La conoce. Sabe qué palabras se le han enganchado a los dientes para no resonar en el silencio. Y se las tira a la cara.

-Sí. Pero qué más da, ni que tuviese derecho a reclamar nada...

- ¿Sabes que la del quinto be se mudó hace mes y medio? -Silencio. ¿Qué tiene que ver?- No te habías enterado. Te ha dado igual... A lo mejor sí que tenías derecho a reclamarle algo.

Se encoje de hombros. Planta indiferencia al dolor, al abandono, al desconcierto, a la rabia, a la misma indiferencia. Ro sonríe, de lado.

- ¿Sabes lo que te hace falta ahora? -y comienza a cantar- Salir, beber, el rollo de siempre...

-Pero si es jueves.

- ¡Pues jueves universitario, mujer! -pesca las llaves del gancho de al lado de la puerta, la atrapa por los hombros y la saca de casa- ¿No te gustaban mayores? Vale, vale, vale, perdón, chiste malo y cruel... Pero vámonos por ahí.

Y asiente. Desiste. ¿Qué va a hacer, si ya está en el ascensor?.

lunes, 7 de junio de 2010

XXXVII


Sale de casa con una pila de discos en la mano. Quiere enseñarle lo último que ha comprado a Miriam, a ver si se le quita esa cara de ajo que no consigue esconder desde que se fue el capullito de alelí.

Tintintin.

El ascensor no está tan vacío como ella pensaba. Viene del séptimo, cómo no. Parece que no hay otro piso en el maldito edificio.

-Hola -saluda él, sonriente, amable. Qué agradable es todo. Claro, él no sabe lo que dejó atrás hace un mes.

-Dani, ¿verdad? -asiente- Yo soy Rocío, encantada.

-Lo mismo digo... ¿Bajas?

-No, de hecho iba a ver a Miriam. Últimamente ha estado un poco desanimada, ¿sabes? -él parpadea, confuso. No la ha visto venir, como todo el mundo- Sí, es que se ha estado sintiendo un poco abandonada, no sé por qué... Voy a serte sincera. Ella y tú tenéis algo, algo raro, bastante bonito por lo que me ha contado. Y me ha contado bastante, qué quieres que te diga. No tiene derecho a reprocharte nada, o eso cree ella, pero a mí me parece que sí tiene derecho a, por lo menos, no hablarte en otro mes.

-No sé de qué me estás hablando...

-Mira, Dani, sé que no soy nadie para meterme en esta cosa extraña que hay entre vosotros dos. Pero he visto pocas maneras más eficaces de destrozar a alguien que lo que tú has hecho. Así que piénsatelo.

- ¿Pensar el qué?

-Ya sé que dicen que el amor no tiene edad, pero tú sí que la tienes. Puede que Miriam no se esté dando cuenta, pero tú y yo sabemos que estás jugando. Así que deja de marearla, decídete, y lánzate. O no, pero deja de hacer daño.

Y, sin dar lugar a réplica, cierra la puerta. No tiene derecho a ser paladín ni defensora de su amiga, pero lo ha hecho.

Y a lo hecho, pecho.

domingo, 6 de junio de 2010

XXXVI


Sale de casa. Escaleras. Ascensor. Escaleras. Mira la hora. Si todo sigue igual que antes, él debería salir ahora... Ascensor.

Tintintin.

Séptimo piso.

Un vuelco en el estómago, una sacudida del corazón, que intenta saltarse el momento en el que empieza a doler demasiado.

Y sus ojos verdes, su pelo negro, su camiseta de los Ramones. Como si no hubiese pasado el tiempo. Y una sonrisa tímida, que se asusta de hacer daño y de ser herida.

-Has vuelto.

-Sí.

-¿Para quedarte?

-Eso espero.

Silencio. Demasiadas cosas sin decir, que hacen que la distancia parezca insuperable.

- ¿Bajas?

-En realidad subía. Al noveno. Pero ya no hace falta.

Hace amago de cerrar la puerta. Duda. Vuelve a abrirla. Ella contiene el aliento y espera.

- ¿Dónde ibas?

-Al instituto. A ver las notas.

- ¿Te importa si...?

Ella sólo sonríe, y él se monta en el ascensor. Uno, dos, tres pisos de silencio. Ella suspira, porque sabe que, donde no hay palabras, hay miedo. Y se lanza.

-Ponme al día de lo que me he perdido.

jueves, 3 de junio de 2010

XXXV


Ding Dong.

-Ha vuelto.

- ¿Quién ha vuelto?

- ¿Quién va a ser? Tu chico.

- ¿Quién?

-Tu pive, tu maromo, tu churri, tu chaval, ese hombre que te mira y te desnuda... Tu principito, Miriam. El del séptimo.

-Dani.

-Ése. Y viene para quedarse, le he visto con la maleta. ¿Quieres que bajemos a saludar?

El suelo se mueve un poco bajo sus pies, y cree -o quiere creer- que siente las mismas ganas de verle, cosquilleando en la boca del estómago, en la punta de los dedos, en las comisuras de los labios. Pero ha pasado más de un mes sin príncipes ni villanos, sin hormigas en los dedos, sin oir guitarras por el patio, sin subir en ascensor. Pateándose las escaleras, siempre con una parada en el cuarto. Y luego directamente a casa, sin parar en el séptimo, a ver si alguien ha alquilado su piso. Porque nunca le ha ido el masoquismo.

-No, mejor no.

Se miran. Se entienden. Un mes de conversaciones y música da para mucho, ambas lo saben.

-Tengo un disco nuevo -se lo enseña. "Gorillaz". Como siempre, no lo ha ido nombrar en su vida.

-Pasa.

lunes, 26 de abril de 2010

XXXIV

Hoy ha salido antes del instituto, y cuando llega al portal el turno del portero todavía no ha acabado. Hay alguien hablando con él, y algo le hace detenerse a mirar quién es.

-No hace falta que enseñes el piso, ¿sabes? Sólo pon el cartel ahí fuera... Lo pondría en mi ventana, pero como es un séptimo...

Aunque no hubiese oído su voz, reconocería en cualquier parte ese pelo negro despeinado, la camisa de cuadros azules, los vaqueros desgastados...

- ¿Dani?

Se vuelve, la sorpresa saltando de sus ojos, disimulada detrás de una sonrisa.

- ¡Hola, Miriam!

- ¿Qué haces aquí?

-Pues ya le estaba diciendo a Pedro, que necesito que me cuelgue este cartel...

Se lo enseña. Como una bandera de malos presagios, ese simple pedazo de papel ondea demasiadas malas noticias para un portal tan pequeño.

- ¿Te vas? ¿Para siempre?

-No lo sé... Bueno, mi madre ya está un poco mejor, se apaña más o menos sola, pero aún así... Todavía no confía mucho en sí misma para vivir sola. Y tener la casa vacía es una tontería. Por lo menos que me paguen la hipoteca, ¿no?

-Claro que sí, hombre -interviene el portero, palmeando su hombro-. Trae pa'cá el cartel, que te lo pongo ahora mismo, a ver si hay suerte... Lo bueno es que este es un barrio mu bueno, mu solicitao, ya verás que enseguida...

El parloteo del hombre se pierde cuando se cierra la puerta de la calle. El silencio viaja entre ellos, a caballo de sus miradas fijas. Ella suspira. Él parpadea, como si despertase de un sueño.

-Bueno, me voy a tener que ir... Ya nos veremos.

Ella no contesta ni se mueve. Se vuelve cuando nota la brisa de la calle en la nuca, y le llama. Él la mira, sujetando la puerta, a medio salir.

-Oye... ¿Qué pasa, no ibas a despedirte?

Él baja la mirada, se rasca la nuca. Se encoge de hombros y suelta la puerta.

-Llego tarde.

-Ya...

viernes, 23 de abril de 2010

XXXIII


Ding Dong.

Abre con la ilusión pintada en las mejillas, pero tan pronto como llega se esfuma. Una chica rubia le tiende un CD envuelto y le sonríe.

-Perdona, pero... ¿Tú quién eres?

-Ro. Rocío. ¿Te acuerdas?

Y se acuerda. La colgada del ascensor. La mira con una ceja alzada, confusa y cabreada.

-Bueno... Venía a traerte esto. Sé que no te gusta Mika, pero escúchalo, seguro que...

- ¿Que me gusta? Oye, mira, no quiero sonar borde, pero...

-Pero suenas. Bueno, lo siento, no quería molestarte. Pero toma -le tiende de nuevo el CD-. Regalar música no tiene nada de malo, ¿sabes? Porque la música enseña a vivir y a disfrutar de los vagones de metro y los ascensores, y de las calles vacías de sentido y llenas de gente...

-Estás loca -le espeta, a la vez que coge el CD.

-Puede ser. Pero te regalo música para que te creas que estoy cuerda.

Y, con una risa, la chica se mete en el ascensor.

- ¡Ah! -exclama, con la puerta ya cerrada- ¡Ven a verme cuando lo oigas!

martes, 20 de abril de 2010

XXXII


No llegaba tarde al instituto, no, llegaba lo siguiente. Se había dormido tanto que aún seguía soñando con el séptimo piso.


Tintintin.


Cuarto piso. Una adolescente rubia, con el pelo lleno de confeti dorado y la ropa más chillona que ha visto nunca se monta en el ascensor.

- WE ARE NOT WHAT YOU THINK WE ARE, WE ARE GOLDEN, WE ARE GOLDEN!!!


-Buenos días -contesta ella, cansada y con poco ánimo de aguantar a una grupi loca.


- ¡Y que lo digas! Madre mía, vengo de empalme del concierto de Mika... ¿Conoces a Mika, te gusta?


-No mucho.


-Pues tú te lo pierdes... Teenage dreams in a teenage circus!!


El ascensor bota y amenaza con caerse por los saltos de la colgada esta. Resopla, molesta.


-Perdona, perdona... Te estoy molestando, disculpa. Es que vengo... Buah. Buah, buah, buah. Pero no quería molestarte, perdona.


Tintintin.


Miriam sujeta la puerta y deja salir a la colgada, que sigue saltando y cantando de camino a la calle. Con un pie en la acera y otro en el portal, se da la vuelta y la deslumbra con su amplia sonrisa y sus ojos brillantes.


-Oye, ¿cómo te llamas?


-Miriam.


-Yo me llamo Rocío. Ro. Encantada.


Y sigue saltando de camino al colegio. Al final de la calle, se da la vuelta y grita:


- ¡Esto va a ser el principio de una gran amistad, ya verás!

viernes, 16 de abril de 2010

XXXI


Se sube en el ascensor. Otro día más que sabe que no parará en el séptimo. Pero hoy no puede demostrarlo, porque no está sola.

-A ver, hija, tenemos que ir a la ferretería a por clavos, a recoger los zapatos de tu madre, a la librería a ver si encontramos un regalo para tu hermano... ¿Algo más?

-A por pan y el periódico, papá.

-Es verdad, es verdad... ¿Tienes un boli? Me lo voy a apuntar, porque luego se nos olvida y...

Tintintin.

Sexto piso. Ya se han pasado, claro. Es evidente que no ha vuelto.

- ¡Hombre, Ramón! -saluda su padre al hombre que entra. Con su pelo cano y su boina de cuadros marrones, la sonrisa bonachona parece casi indispensable en su rostro.

-Buenos días -devuelve el saludo con gesto cansado y voz cascada de haber contado muchos cuentos.

-Que parece que no se acaba de ir el invierno, ¿eh?

Ella sonríe. Los adultos aún no se han enterado de que, a pesar del frío y las nubes, y esa lluvia perenne que casi cala más por dentro que por fuera, la primavera ha llegado ya.

-No, no, la verdad es que está siendo largo... ¡Qué ganas tenemos ya de un poco de sol! -todos sonríen con esa sonrisa amable de quien no tiene nada más que añadir- Bueno, y tú qué mayor estás, Miriam... ¿Cuántos años tienes ya?

-Diecisiete -contesta, con miedo a una racha de piropos del abuelillo simpático. No está de humor para aceptarlos.

-El que sí que estaba mayor era Sergio -interviene su padre-, ¿cuántos años tiene ya? ¿siete, ocho? Hace mucho que no le veo por aquí, Ramón, ¿qué le ha pasado a tu nieto?

-Mi hija le ha dado en adopción. Está en una casa de acogida.

Silencio.

Tintintin.

Más silencio.

Salen y se encaminan a la calle, a empaparse de lluvia de tristeza y lágrimas.

domingo, 4 de abril de 2010

XXX


Se sube en el ascensor tarareando. La primavera siempre le ha parecido tiempo de buenas noticias, de sol y flores. De atardeceres apoyada en el hombro de alguien. De empezar cosas.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se monta mirando al suelo. Tiene una maleta llena en la mano, una mochila al hombro y las llaves del coche en la mano.

-Un poco tarde para las vacaciones de Semana Santa, ¿no?

-No, no me voy de vacaciones.

Silencio. Desconcierto. ¿Qué está pasando?

- ¿Te mudas?

-Sí, bueno, no sé... Por un tiempo. Mi madre se ha caído, se ha roto la cadera, no sé... La han operado y hoy vuelve a casa, tengo que quedarme a cuidarla, ya sabes. Mi hermana bastante tiene con Sofía, así que... Bueno, tengo que ir, ¿sabes?

-Pero... ¿Cuánto tiempo vas a estar allí?

-No sé, lo que tarde ella en recuperarse. O... No sé, igual no se recupera y tengo que vender el piso. No sé.

Tintintin.

Él sale del ascensor. Ella se queda dentro, paralizada.

- ¿Sales?

-Eh... No, no, vuelvo a subir. Se me ha olvidado una cosa.

-Vale. Hasta luego.

-Sí, vale...

Se cierra la puerta y la primavera se le cae encima. No puede ser.

Nopuedesernopuedesernopuedesernopuedesernopuedesernopuedeser...

Tintintin.

Noveno piso.

No puede ser. Pero es.

lunes, 22 de marzo de 2010

XXIX


Se monta en el ascensor tarareando, contenta. Ha salido el sol, no hay una nube en el cielo, se huelen las flores desde el descansillo... La primavera ha venido, y nadie sabe cómo ha sido.

Tintintin.

Séptimo piso.

- ¡Hola!

-Hola... Cuánta alegría, ¿no?

- ¡No me lo puedo creer! Se ha enterado el Sol, y tú no... Mal me parece.

- ¿Qué quieres decir?

Tintintin.

Quinto piso.

-Hola -la joven sonríe suavemente, sin mirarles a los ojos. Esta vez, no va con su madre.

-Hola, Ana... ¿Has visto? Ha venido el Sol.

-Ya... Voy a saludarle, a ver qué tiene que contar...

- ¿Lo sabe tu madre? -pregunta él, preocupado.

-Sí. Sabe que teníamos una cita acordada; que tenía que ir a saludar en cuanto viniera.

Él va a insistir, pero ella le calla con un gesto. La primavera ha venido, y Ana sí que sabe cómo ha sido.

Tintintin.

Ellas salen casi bailando. Él las sigue, desconcertado. La primavera no ha alterado todavía su sangre, pero cuando sale a la calle, comprende.

domingo, 21 de marzo de 2010

XXVIII

Ve que se le cierra la puerta del portal, y corre para alcanzarla. Corre para alcanzar también el ascensor.

-Sube, guapa, no hay prisa -la mujer la espera, con una sonrisa amable. Se la devuelve, entra en el ascensor, pulsa el nueve.

Hay otra chica en el ascensor. Debe tener veinticinco años. Su madre pulsa el cinco y deja la bolsa de la compra en el suelo. Entonces, ella suspira y mira al techo, con aire soñador.

-Mamá... ¿Te has dado cuenta de que hoy ya es primavera?

-Sí, Ana, ya me he dado cuenta.

- ¿Cuánto tardará en enterarse el Sol?

-No lo sé, hija.

- ¿A ti te lo ha dicho? -Miriam tarda un rato en darse cuenta de que la pregunta a ella.

-No, no me ha dicho nada -sonríe, intimidada.

-Qué pena -murmura Ana-... Me dijo que vendría en primavera.

Un piso de silencio. Entonces, la joven empieza a cantar en un susurro palabras que quedan extrañas en su voz de niña.

-Dejadme que os cuente mi cuento de herida y caricias, mi historia de nadie, mi nana de hambre, todas mis mentiras...

Tintintin.

Quinto piso. Ella sale antes, aún cantando. Su madre la mira, sonríe, se encoge de hombros. Se disculpa.

-Perdona, ya sabes que... Bueno, lo siento. No tiene malicia.

Se va sin que pueda contestar. El ascensor arranca, pero aún escucha su voz en el descansillo.

-Que no se le olvide el planeta en que vive, y otra vez a la acera, y así me da la mañana y la tarde y la noche entera...

-Y a la mierda, primavera -completa Miriam.

Ojalá el Sol venga pronto a verla.

martes, 16 de marzo de 2010

XXVII


Mucho habían durado. Mira al suelo, incapaz de enfrentarse a sus ojos. Siente sus dedos, caminando ligeros por su brazo desnudo.

-Eh. No llores, ¿vale?

Asiente con la cabeza. No está llorando. Querría hacerlo, pero no puede. No ahora, no en ese lugar. No con él, ni por él.

-Ojalá hubiese durado más -asiente otra vez-, pero no se puede tener todo... ¿no?

-No, no se puede. Y esto es culpa mía, Dam, no te creas que no lo sé.

-Da igual de quién sea la culpa. La cosa es que lo dejamos. Los dos, y ya está.

Pero no lo ha negado. Es culpa suya, claro. Es la que ha fallado desde el principio. Y entonces sí que se le escapa una lágrima, que corre veloz a colarse por su escote.

-Me voy... Te llamaré. Un día de estos. No te importa, ¿no?

-Llámame, sí. Y nos reímos un rato, como siempre.

Él asiente y se va. Ella se queda un rato en la puerta, respirando hondo. Ni un mes. Si es que lo sabía, lo sabía... De repente, alguien le tiende un clínex.

-Lo he visto. No quería ser cotilla, pero como no subes... -sonríe y lo acepta- Así que solos los dos, ¿eh?

Se encoge de hombros. No quiere hablar. Él se apoya en la puerta con ella, y miran juntos las estrellas. No hace falta decir nada más.

miércoles, 24 de febrero de 2010

XXVI


Sale de casa, y lleva la sonrisa pintada en la cara. Ha quedado con Damián. Qué ganas tiene de verle antes de que empiecen los exámenes... Se monta en el ascensor, que hoy va demasiado lento. Aunque todo parece separarla mil kilómetros de su cita hoy.

Tintintin.

Séptimo piso. Ni siquiera eso puede variar hoy su alegría. Pero nadie entra en el ascensor, aunque hay luz en el descansillo. Curiosa, abre la puerta. Nadie. Extrañada, cierra y sigue bajando.

Tintintin.

Baja las escaleras hacia la calle casi dando saltos. No, saltos no. Casi volando. Y quién se lo hubiera dicho hace menos de dos semanas... Abre la puerta de la calle de un tirón y tropieza con una chica.

- ¡Uy! Perdona...

Ella se encoge de hombros, pero sigue sin volverse. La observa con más atención. Está mirando al frente con el ceño fruncido y los labios apretados. Una sola lágrima le cae por la mejilla.

- ¿Estás bien?

-Sí, sí... -al hablar, dos lágrimas más se precipitan de entre sus pestañas. Ella ríe, con un sollozo atravesado en la garganta- Bueno, no mucho...

- ¿Puedo ayudarte?

-No creo... ¿Puedes arreglarme con mi chico? -Miriam niega en silencio- Pues entonces no, no te lo tomes a mal... Bueno, ¿tienes un clinex?

-Claro -le tiende un pañuelo de papel y ella se seca las lágrimas con una sonrisa agradecida.

-Gracias...

-Miriam -completa ella.

-Gracias, Miriam. Yo soy Emma. Encantada -le tiende la mano.

Ella se la estrecha antes de darse cuenta. Entonces, retiene sus dedos largos y finos un momento más de lo debido, y la deja ir.

-Hasta la próxima, Emma.

Se aleja de su portal y la deja sola con sus lágrimas. Quisiera alegrarse de no ser la que llora esta vez, pero no puede. Aun así, sonríe.

viernes, 19 de febrero de 2010

XXV


Llegan a la vez a la puerta, pero él ya tiene las llaves en la mano. Abre y le cede el paso con gesto de la mano. Ella sostiene la puerta del ascensor y espera a que él compruebe el buzón. Al subir, él pulsa el nueve y ella el siete, en una danza silenciosa perfectamente coreografiada. Un, dos, tres pisos de amistoso silencio. De pronto, un zumbido rompe la calma.

- ¿Sí?... ¿Que se me oye cómo?... Ah, ya, es que estoy en el ascensor... Vale, te llamo cuando llegue arriba... Un beso... Yo también te quiero.

Tintintin.

Séptimo piso. Ella cuelga y se sonroja. Él la mira e, involuntariamente, levanta una ceja irónica. Aun así, se ríe suavemente y pregunta:

-Entonces llamó, ¿no?

Ella niega con la cabeza.

-Le llamé yo.

-Hiciste bien.

Sale, se cierra la puerta, el ascensor se pone en marcha. Tarde ya para reaccionar, ella suspira y se pregunta:

- ¿Tú crees?

sábado, 13 de febrero de 2010

XXIV


-Mañana es San Valentín... ¿No le vas a llamar?

-Siempre ha llamado él, Ana, déjame en paz... Ya llamará.

-Sí, claro, y a ti te da igual, ¿no? No me vaciles. ¿Cuántas veces habéis quedado desde tu cumpleaños?

-No sé... -ante la mirada de su amiga, contesta- Bueno, cuatro. O cinco.

-Le gustas, tía. Le gustas. Te va a llamar mañana, y te besa. ¡Blanco y en botella, blanco y en botella!

-Cállate, que das mala suerte... Además, es super mayor. No le voy a gustar yo, que acabo de cumplir diecisiete...

Mientras esperan el ascensor, la puerta se abre y alguien entra en el portal. Ella se sonroja, él sonríe suavemente. La tercera observa sus reacciones, intrigada, como si se tratase de un partido de ping-pong.

-Hombre, Miriam... No te veía desde el viernes.

-Ah, ya... Es que no he parado mucho por casa -sonríe ella. Ahora se siente rara con él.

Tintintin.

Un piso, dos pisos, tres pisos, cuatro pisos de silencio... Ana se cruza de brazos y la mira.

- ¿Pero vas a llamarle o no?

Él sonríe, pero no dice nada. Ella se sonroja aun más. Inoportuna Ana...

-Que me dejes. Que hace una semana que le conozco, que no le voy a acosar, que sería raro.

- ¿Raro? Habéis quedado cinco veces en una semana y no os habéis enrollado... ¡Eso! es raro.

Tintintin.

Séptimo piso. Él se baja, se da la vuelta, titubea. Ana, ignorándole, continúa:

- ¿Cómo se llamaba, por cierto?

-Damián.

-Yo le llamaría -dice Dani. Y, sin más, cierra la puerta.

Un piso, dos pisos más de silencio.

- ¿Pero ese quién era?

viernes, 5 de febrero de 2010

XXIII

DingDong.

Se asoma a la mirilla y contiene una exclamación. ¿Pero qué...? Abre rápidamente.

- ¿Ganas tú o gano yo?

Silencio un segundo. ¿De qué habla?

- ¿Hay guitarra?

- ¡Ah!.. Eh... No -sonríe, incómoda, y se rasca la nuca. Qué fallo, tendría que haber conseguido esa maldita guitarra.

-Te lo dije -sonríe él.

-Vale, vale, lo admito... Pero es un poco tarde para el Burger, ¿no?

- ¿Quién ha hablado de Burger? Creo que podemos pasar directamente a la parte de los mayores. Vístete, venga. Invito yo.

Se fija en su ropa. Vaqueros oscuros, zapatos, camisa negra y una cazadora de cuero en la mano. Se queda paralizada por un momento. Después, sin una palabra, cierra la puerta y corre a su habitación. En menos de cinco minutos, se ha enfundado en una falda y unos tacones, se ha pintado la raya a toda prisa y se ha arreglado el flequillo, y vuelve a abrir.

- ¿Lista?

-Lista. Pero debería invitar yo, que al fin y al cabo he perdido la apuesta...

-Un día es un día, mujer. Es tu cumpleaños.

Le ofrece el brazo y, como un caballero, la escolta hasta el ascensor.

-Menos mal que estabas... Creí que te habrías ido con tus amigos.

Ella se encoge de hombros. ¿Cómo decirle que le ha estado esperando?

-Has tenido suerte.

domingo, 31 de enero de 2010

XXII


Cuando entra en el portal, sabe que ese día va a ser diferente. Y, efectivamente, apretando el botón de llamada con desesperación le espera una sorpresa.

- ¡Dani!

- ¡Ey! ¡Hola!

-Cuánto tiempo -se acerca, sorprendida. Tímida. Sin saber qué decir.

-Eh... Sí, lo sé. Emergencia familiar al otro lado del charco -al ver su cara de no entender, contesta riendo -. Mi hermano vive en Argentina y... eh... Bueno, tuvo un problema que...

Le corta con un gesto de la mano. No hace falta que se explique. Es su vida al fin y al cabo, ¿no?

- ¿También eres de los que le dan más fuerte al botón si no funciona?

- ¿Qué? -se mira la mano como si no fuese suya- Es que no viene, llevo aquí media hora...

Ella se acerca a la pared y le da al interruptor de la luz. No pasa nada.

-No hay luz. Misterio solucionado. ¿Subes? -señala la escalera. Él se encoge de hombros.

-Qué remedio...

En el tramo del segundo al tercer piso, él la mira y sonríe.

-Por cierto... Siento haberte dejado sin profesor sin avisar.

- ¿Qué? -de pronto, recuerda- Ah... ¡Ah! Bueno, da igual. De todas maneras...

-No te han traído la guitarra, ¿no? -ella niega con la cabeza- Siempre hacen lo mismo... A mí tardaron tres navidades en traérmela.

Ella sonríe, y niega con la cabeza. Si llega a enterarse...

En el cuarto piso, él se detiene y se apoya en la barandilla, sin aliento.

- ¡Eh, eh! ¿Dónde está el fuego? No sé tú, pero yo no tengo prisa, y además soy un señor mayor...

-Perdona -se ríe ella-. Siempre subo así las escaleras.

Espera unos segundos. Él se recupera, y siguen subiendo. En el tramo del quinto al sexto piso, ella suspira.

-O sea que tres años...

-Mínimo -asiente él.

-Seguro que son menos. Mis padres me quieren mucho.

-Pero una guitarra da mucho la lata, ¿sabes?

- ¿Apostamos?

- ¿Quieres apostar? Pues apostamos... ¿Qué quieres apostar?

Ella se lo piensa. En el tramo del sexto al séptimo, decide.

-Una cena. Si ganas tú, te invito a un Burger. Si gano yo, me invitas a un sitio de mayores.

-Pero si gano yo tendremos que esperar por lo menos tres años...

-Mejor. Así seré mayor de edad y después nos podemos ir por ahí.

Llegan al séptimo. Se detienen ante su puerta. Se miran a los ojos. Ella tiembla. Él se lo piensa.

-Vamos a hacer una cosa... ¿Cuándo es tu cumpleaños?

-El cinco de febrero.

-Si te la regalan en tu cumpleaños, has ganado. Si no, he ganado yo.

-Pero seguiré siendo menor y no podremos irnos de copas...

-Tranquila, yo siempre he sido un poco delincuente...

Sonríen. Él tiende la mano. Ella la observa. Tiene poco tiempo... Pero sabe que puede hacerlo. Y, de todas maneras, le está ganando una cena. Un poco más de tiempo que el que hay desde un bajo hasta el séptimo piso. Le estrecha la mano.

-De acuerdo. Ven a buscarme el cinco de febrero.

miércoles, 6 de enero de 2010

XXI


Sale de casa, sabiendo que va tarde, como siempre. Sus mil primos deben estar ya correteando por la casa de su abuela, subiéndose a los muebles e intercambiando los regalos. Sin embargo, ella sale ahora de casa porque tenía que llamar a sus amigas... Pero algo se interpone entre ella y sus regalos de reyes. Un sobre asoma bajo el felpudo, y se retiene a recogerlo. Dentro, una cartulina con pocas palabras:
"Vale por unas clases de guitarra con el profesor del 7ºB, para una alumna del 9ºA (¿con, o sin guitarra?)"

Sonríe. Se ha acordado. Cierra la puerta a su espalda y se sube al ascensor, sabiendo que es uno de los mejores regalos de reyes de ese año.

Cuando llega a la calle, sin embargo, se da cuenta de la única pega. ¿De dónde va a sacar ahora una guitarra?

domingo, 3 de enero de 2010

XX

Justo cuando va a entrar en el ascensor, escucha unas llaves que se caen fuera y una exclamación. "¡Mierda! Joder... ¡Mierda!". Reconocería esa voz en cualquier parte, aunque no la había escuchado nunca tan malhumorada. Acude en su ayuda y le ve, plantado en la puerta, apenas unos vaqueros desgastados tras un montón de cajas. Abre rápidamente y atrapa las de arriba, las más precarias.

- ¡Por Dios! -exclama él-... Ah, eres tú... Muchas gracias.

-Nada, nada. ¿Y todo esto? -pregunta, mientras le sostiene la puerta y recoge las llaves del suelo.

-Pues ya ves, que tengo muchísimos primos.

Entran en el ascensor y ella pulsa el siete y el nueve, mientras él sujeta las cajas entre la pierna y la pared, apoyándose con cara de cansancio en el espejo.

-Madre mía, qué poquito queda para reyes, ¿eh? Qué horror...

-Te pilla el toro, ¿no?

-Es que lo dejo todo para el último día -se excusa él con una sonrisa débil-. ¿Y tú qué te has pedido para reyes?

-Una guitarra -contesta ella impulsivamente.

-Ah, ¿pero tocas?

-Bueno, no, quiero aprender.

-Pues en estas fechas ya no sé si te van a coger en algún sitio... ¿O vas a ir en plan autodidacta?

-No, yo de eso no gasto... Con profesor, mejor.

Tintintin.

-Buena suerte, entonces. A ver si te lo traen...

Ella solo sonríe, y le tiende las cajas, que él atrapa como buenamente puede. Cuando las ha estabilizado, se da cuenta del día en que vive y él exclama:

- ¡Feliz año, por cierto!

Ella se adelanta, él aparta las cajas, pero se detienen, atrapados por la timidez, y no se dan los dos besos de rigor.

-Igualmente -sonríe ella, se aparta el pelo de la cara y se sonroja.

-Hasta luego.

Y, sin más, cierra la puerta.