martes, 29 de diciembre de 2009

XIX

Entra al portal y, cómo no... ¿Es que no hace más que salir y entrar en casa? Pero sonríe, y ella también. Porque él es una sonrisa, y calor, compañía y consuelo. Porque es navidad, y no puede enfadarse con él por tener novia... Porque no es justo ser tan egoísta y, aunque la vida no sea justa, no puede dejar de intentarlo.

Así que se acerca a él y se planta delante del ascensor, sin saber qué decir. Entonces él la mira y se ríe.

-Tienes... Tienes algo... Ahí -señala su mejilla.

- ¿Yo? ¿Dónde? ¿Aquí?

De pronto, estalla en carcajadas.

- ¡Inoceeente!

- ¿Qué?

-Que no tienes nada, boba...

Tintintin.

-Anda, entra -se sigue riendo-... Qué cara, madre mía, parecía que te había dicho que tenías una pulga o algo...

-Pero... Pero... ¡Pero el día de los inocentes fue ayer!

-Ya... Pero no te vi.

-Pues vaya porquería de inocentada... ¿No te han hablado de las bombas fétidas, ni nada? -ahora ríe ella también.

-Algo me han contado, pero... Es que soy demasiado bueno. Siempre me lo dicen.

-No hace falta que lo jures... -murmura ella, irónica.

- ¿Qué?

Tintintin.

-Nada, nada... Hasta luego.

-Hasta luego.

Cuando va a cerrar, ella se acuerda de algo. Duda. ¿Se lo pregunta? No quiere saberlo, pero seguro que él esperaba la pregunta...

- ¡Espera, espera, espera! -sujeta la puerta- ¿Qué tal con los suegros?

-Ah... Bueno -se encoge de hombros-. Suegros. Ya sabes.

Sonríe. Sí, ya sabe.

-Más suerte la próxima.

-Si la hay...

Cierra la puerta, y el ascensor se pone en marcha, llevándosela junto a su pregunta. ¿Qué ha querido decir con "Si la hay"?...